8 de abril de 2009
Carta Nro. 138 para Isidora.
Querida hija:
En mi celebración de cumpleaños del día sábado, gran parte de los regalos de mis amigos hablaron de nuestro insomnio.
En efecto, llegaron dos pantuflas, una hermosa manta y un libro de autoayuda, obsequio de Caty Ríos, titulado “Duérmete niño”, escrito por el pediatra y neurofisiólogo Eduard Estivill y la periodista Sylvia de Bejar.
El domingo aborde la lectura de este texto, que me abrió los ojos en varios sentidos respecto de nuestras aventuras en la alta noche y en el amanecer.
Ahora se que dormirte en mis brazos, en la alfombra, en el sillón o en cualquier lugar distinto a tu cunita es contraproducente.
Esto porque las personas despertamos varias veces en la noche en forma normal y nos sobresaltamos y confundimos al no captar en que lugar estamos.
Así, esos pequeños despertares que deberían pasar inadvertidos, se convierten para el 35% de los niños en episodios de largas horas de insomnio.
Y claro, al despertar, me llamabas, me hacías creer que tenías hambre y yo, ingenuamente, me levantaba, te daba leche, jugaba y veía TV. contigo.
No tengo ningún reclamo por estos 16 meses de complicidades en el reino de la noche. He sido feliz compartiendo contigo. Encontrando horas para nuestros abrazos, esperando que comenzaras a llorar para unirme a ti en el país de los insomnes.
Pucha. Ahora se que este insomnio y el engaño del hambre te hacen subir de peso en exceso y te vuelven psicológicamente dependiente. Y, claro está, quiero que te sientas plenamente amada, pero no causarte daño con ese afecto que me desborda.
El plan que el libro propone para solucionar el insomnio consiste en llevarte a dormir todos los días a la misma hora, 20.30, siempre bajo un mismo ritual y siempre en tu cunita. La idea es que te duermas sola, en tu habitación y con la luz apagada.
Como se sabe que habrá oposición, la recomendación consiste en mantener la calma, transmitir absoluta seguridad y cariñosamente ingresar al cuarto y explicar que todo está bien, los papás están cerca y la habitación está llena de cariño y elementos que representan seguridad y bienestar.
Estos retornos a la habitación deben producirse al minuto de reclamos, luego de otros tres minutos y de allí en adelante, cada cinco minutos. La idea es que sepas que la decisión es clara, pero que no por eso tus papás te hemos abandonado.
El mismo régimen debe aplicarse para las siestas, de las que tu conservas sólo la de después de almuerzo.
Según el libro, en 10 días de terapia, casi el 100% de los niños elimina el insomnio y adquiere una adecuada disciplina de sueño. La inducción del sueño puede significar hasta dos horas diarias de reclamos.
Llevamos tres noches con esa experiencia. Has tardado entre 45 y 30 minutos en conciliar el sueño. Tus protestas han ido en disminución. Todas las noches has logrado dormir de corrido hasta pasadas las seis de la mañana.
Bueno, ahora son cuatro para las seis y llevo una hora aguardando tus abrazos de amanecer.
Hija, parece que nos va a cambiar la vida.
Recreo, 8 de abril de 2009.
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