Barrio 2

Arquitectura en Recreo

Bendigo el poema  sin puertas
camino libre hacia las aulas
mar  saltando en las paredes
idioma de luz en las pizarras.

Bendigo los ritmos de la tierra
quebrada  pariendo su alegría
visita del sol en los jardines
agua sonriendo en las miradas.

Bendigo la presencia de la copa
seres con lazos de alegría
agua compartida por los cuerpos
almas embriagadas de esperanza.


Desayuno en Arquitectura

Desde mi ventana, aguzando la  vista entre el verde, observo los trabajos del agua, labios de arena en la playa, tranquilo vaivén de veleros, inquieta tracción de los buses, trenes como rayos azules, seres portando su luz.

Veo la paz de los barcos, hotel con rostro de cristales, balneario tragado por la furia, olas construyendo distancias.

Tras las nubes, se que están las montañas, elevados asientos de nieve, ojos de abuelos gigantes.

Tras las nubes, el alma radiante del sol, seres creando su destino, niños leyendo mi poema,  lluvia cayendo sobre un libro.


La ingeniero



La joven ingeniero enciende un cigarro tras otro,

llena formularios para su beca en Inglaterra,

guarda sus premios y medallas,

bebe café en pequeñas tasas blancas.


Una parte de ella, se ocupa de pensar un edificio,

definir las dimensiones de su acero,

los detalles del diseño, las claves

adecuadas a la fuerza del terreno.


Jamás visitó la obra en Concepción,

confió en su equipo,

la honestidad de los obreros,

la firmeza de los jefes,

la pureza de los materiales.


Años después llega el gran sismo.

Ella está segura pero inquieta,

una traición al diseño

pudo resultar fatal.


Apenas puede, llama al edificio.


El conserje está dichoso,

la obra permanece intacta.

La ciudad se movió dos metros

y la torre no presenta grietas.


Ella sonríe,

apaga su tabaco,

sigue bebiendo café.




Homicidio

Notas la fuerza del viento?

el hielo buscando las campanas,

la hora en que mueren los ancianos,

la firme tristeza del invierno.


Oyes el diálogo de los cuervos?

la molicie en las tardes,

la muerte en los hospicios,

los callejones,

los pobres hospitales.


Ves el hombre de la esquina?

su mercancía química y blanca,

sus cañones hechizos,

el rápido gotear del dinero.


El domingo en Recreo,

a pocas cuadras,

a una mínima distancia,

quince años de una niña,

empuñaron un estoque

contra su padre,

su sombra,

su propio invierno.


El hombre,

nacido en mi propio verano,

fue atravesado

en sus pulmones,

su corazón,

los lugares centrales

de su alma.


Fue el último recurso

contra la barbarie,

los golpes continuos,

los gritos en la noche,

el infierno quemándose

en este barrio.




Federico Santa María Carrera






Federico Santa María Carrera


vio de lejos a Porfirio Díaz,


en veleros dio la vuelta al mundo,


estuvo en Japón y en Ceilán,


siempre fue un Carrera orgulloso,


estudió los modales de la betarragas,


huyó de la guerra del pacífico,


se opuso a Balmaceda,


predijo los movimientos del salitre,


fue lanchero y comerciante de frutas,


fundó la Marina Mercante,


odió los billetes sin respaldo,


defendió la grandeza del oro,


promovió el Banco Central,


dos veces compró toda el azúcar de Europa


y vendió esos cristales como diamantes,


hasta sentarse sobre un océano de millones,


vivió en Paris por cuarenta años,


incluso en tiempos de la Gran Guerra,


cuando ayudó a crear un hospital


y se abstuvo de lucrar con la muerte,


usó tacos para verse más alto,


creyó en la educación,


perdió fortunas en el acero


y en el Expreso de Oriente,


amó a los Estados Unidos,


la democracia


y los espíritus de la música,


no quiso a su única hija,


dejó su riqueza a Valparaíso,


al desvalido meritorio


y los proletarios de este sur,


confiando en Edwards y en Van Buren,


gran adversario de los frailes,


amigo de los Matta y los Gallo,


aunque su sobrino se opuso a don Pedro


y pedió por dos mil votos el año 38


luego de la matanza del seguro obrero


y de Violeta cantando en el Estadio Nacional.


En el Cap Ducal un día de lluvia


Me gusta esta lluvia bajo el abrigo de tu alma,

junto al recuerdo de tus ojos,

pensando a nuestra hija en tus brazos.


Ahora estoy mirando las olas.

Hay nubes recostadas sobre el océano

y los pelícanos buscan un teléfono azul entre sus plumas.


Miro mi alma y escucho la lluvia

rebotar sobre el patio del colegio,

la veo inundar mis inviernos en el campo

y reventar en un millón de olas sobre mi ciudad.


Todo se vuelve agua y rayos,

centelleo de balas trazadoras,

ruido de helicópteros,

un río de almas sobre Valparaíso.


Regreso.

Un pelícano se anima a nadar,

las gaviotas siguen volando hacia el norte

y un fantasma se acerca

para rescatarme,

para calmar mi nostalgia.

Cara de Plato

Cara de Plato sube por calle Los Baños,
luego de su primera pílsener,
sus bromas a muchachas
que  buscan el día
y una íntima conversación
sobre la espuma en Caleta Abarca.

Habita en la sonrisa de las mañanas,
tararea viejos boleros
y en un añoso ritual,
recorta flores en un patio ajeno,
recibe manguerazos de castigo,
se disculpa con piropos
y besos al aire para doña Yolita
en casa de su amigo Jacdín.

Recuerda sus almuerzos
con papa y cochayuyo,
las caricias de su madre
en tardes de radio,
la pelota de trapo,
los partidos en la calle,
la mala idea de robar un auto,
joyas de un comercio,
viejas maletas de  un patrón..

Piensa en sus hijas
que han crecido sin padres,
en la lluvia cayendo sobre la cárcel,
el tintineo de las ollas en  la cocina,
la sonrisa cariñosa de su vieja,
la fuerza solar de  sus niñas
corriendo en la amplia casa de Portales,
mordiendo zanahorias frescas,
borrando heridas,
tejiendo luz.




Jimmy el Popular

Jimmy el Popular,

se ha quedado sin patente,

veinte años de su taller carpintero,

deben salir de este Recreo.


Ya no habrá más sillones

descansando elegantes

sobre las veredas,

los tapices

vaciarán sus colores

en otro cielo,

las pequeñas herramientas

dejarán de enseñar a las maderas.


Pronto cerrará

la peluquería de don Carlos,

la tienda de verduras,

la Lavandería

de calle Habana,

la última

zapatería del barrio.


Los pequeños comercios

y sus mínimos precios

ya no pueden pagar

las rentas y los impuestos,

las cotizaciones,

los libros,

las frecuentes multas.


Ahora recuerdo mi sueño

de enero,

el barrio habitado

por restoranes de diseño,

las copas brindando,

las calles exclusivas

para motos y bicicletas.

Calle 9


La calle comienza en una parra que sostiene el cielo,
mientras la quebrada va dejando atrás  el siglo
y los  bungalows de  los pequeños burgueses
para adentrarse en el mundo de las flores,
nísperos, abejorros, nenúfares,
impecables ciruelas, azucarados damascos,
jaurías de perros, machos cabríos, cerdos gigantes,
pequeños puentes sobre el agua que aflora,
selva tupida y  profundamente  verde.

En pocas cuadras, el ejecutivo bancario
es reemplazado por el especialista en focos,
la costurera, el pequeño almacén, el dipsómano,
el cuidador de cabras  y el vendedor de drogas.

Los barrancos son atacados por múltiples escalas,
algunas  forjadas en húmedas piedras,
otras zigzagueando en jardineras
o apenas dibujadas sobre el suelo.

Cada casa tiene ocasión de amar el agua,
buscar refugio en las grietas del cerro,
escuchar al invierno en su camino al océano,
observar los barcos llenando las ventanas,
los feroces aguiluchos que gobiernan  el cielo,
la llamada del afilador de cuchillos,
el mensaje fecundo de la higuera.

Inés

Inés busca  la garganta de la tierra,
porta  agua en sus rocas internas,
crece como cardos en desfiladeros húmedos,
hilvanando historias de gatos y niños,
predicando los poderes del invierno,
mojada  por la tímida bruma,
desafiante como un himen perfecto,
genial en sus colores de sueño,
poderosa en días de fiesta,
próxima  al placer de las olas,
favorita del deseo,
mujer silbando en la lluvia,
vulva llorando su pena.

Invisibles

A Caroline Koch.
Todos los días me encuentro 
con vecinos ausentes 
personas que  hablan en sueco 
francés de Canadá 
diferentes dialectos de Suiza.

Están los criados en Bélgica 
niños nacidos en Moscú 
seres que danzan en Colombia
jóvenes que inundan Barcelona
deslumbrados por París 
afincados en la humedad de Venezuela 
en pequeños comercios de Nueva York. 

Faltan y están en todo el barrio
porque abundan 
en el  decir de sus abuelos 
en los  ojos de sus padres 
y el continuo florecer de la palabra 
en buses, almacenes 
espacios de imposible indiferencia. 

El tío ingeniero y endeudado 
limpia baños 
barre aeropuertos
y llevó cinco hijos 
a la noche de Estocolmo.
Francisco se acostumbró
al mal carácter de  los franceses. 
Mayi tiene novio en México 
aprendió el arte del mole 
pasó meses en Chiapas 
y en Ciudad Juárez. 
Silvio es feliz en Italia 
tiene una foto con Pizarro 
una novia fotógrafa 
con familión de comidas y canciones. 

“Mis nietos llegan en diciembre” 
“Mi hermano cumplió cincuenta 
y  llevó a toda la familia a  una gran fiesta en Zurich” 
“Mi papá vive en Buenos Aires, 
parece que se volvió a casar allá”. 

“La Pili encargó una caja 
de pisco y sigue igual que siempre” 
“La Feña nunca pudo acostumbrarse 
a la oscuridad de Oslo”. 
“Karin lleva diez años en Holanda” 
"Mi hijo está feliz en Calgary"
"Mi hijo tiene tumba en Tucumán"

Entonces los idos van sentándose en las plazas 
ocupan las graderías de “El Sauce” 
comentan los programas de la tele 
son activos en la red 
beben cervezas tibias de Inglaterra
pululan en los retratos de las casas 
son vecinos invisibles 
socios del Club Orompello
y del Villa Moderna 
gajos de nuestro espíritu 
en el mundo.

Es cierto que a veces regresan 
a perder sus ahorros 
manejar colectivos 
morder batidos y ayuyas 
bailar en las fiestas de septiembre 
abrigarse en nuestro enero 
bendecir los recuerdos 
reducir la pena.





Acoger y Abrazar

Belkis  nació en La Habana
fue una niña en las calles de Martí
muros hablando sus consignas
plazas  embriagadas de sol.

Ahora su sonrisa bendice a mi hija
acoge los movimientos del yoga
aprende los silencios del barrio
regala su alegría en este sur.

Juanita Pérez Balcázar
recomienda
hacer estallar el deseo
y  cumplir toda fantasía.
Baña sus 104 años con sangría
y vino azucarado
canta con pasión de flamenco
conversa con bellas gitanas
maravillosas viajeras de luz.

Alberto llegó de Cártago
por la vía de Sicilia y Argentina
ha vivido en cuatro soles
vibra con la albiceleste
sedujo a Mané en un bus
es padre de Bubaseta
escucha tango y hip hop.

En la calle Once
una pareja catalana
ha traído su jardín hecho semilla
que hoy es de grandes higueras
manzanas y ciruelos.

Los antiguos  genoveses
se sienten en sus propios cerros
celebran con amaretto y limoncello
crían hijos en su idioma
sueñan entre abarrotes y barcos.

Un hombre nacido en Berlín
llena  sus cien años
con cerveza
peces del mar del norte
conversaciones robadas a la tarde
recuerdos de sus padres y  hermanos
extinguidos en la más horrenda de las guerras.

En las buenas mañanas de sol
una  anciana  en extremo delgada
abriga su locura muy cerca del mar.
Años después
descubro los números
en sus brazos
la muerte en sus ojos
el miedo  en su interior.

Un sabio de Rusia
enseña sus teorías en el Cerro Placeres
y un mago de Ucrania
oculta los misterios de la electrónica
mientras el médico de Ecuador
lleva su cortesía  en  ambulancia.

En  los comercios brilla el rocoto
los secretos del pan francés
el hermoso hablar del   Rimac
el chocolate propio del mole
la dulzura palestina
mis amadas papas a la huancaína.



Casa en Esperanza

A Maribel y Juan


La casa  tiene gárgolas invisibles,
un centenario olivo que reúne
espíritus en su sagrada madera,
humedad recitando en la quebrada,
gato negro encerrado en un  cuadro,
miles de de lápices silenciosos,
trapecio llamando a la ternura,
bendito rojo en las sandías,
aroma perfecto del café,
pan con semillas amarillas y verdes.

Las hierbas del bosque
duermen  bajo la luz del verano,
hay distintos colores en las puertas,
poemas descansando en el adobe,
botes arriba de lo ojos,
una mesa repleta de sonrisas,
niñas correteando en los pasillos.

¿Les conté del sol que habla en los cristales?
la cercana  presencia  de las olas,
los peces subiendo las escalas,
el pequeño reino de tomates,
las estrellas con su puerta en el techo,
la buena gente,
demasiado,
demasiado humana.


Cerro Verde

En Esperanza
ví  flores madrugando,
alzando sus rostros  desde la humedad
emergiendo en cualquier ausencia de cemento
concientes de sus propios colores
su salvaje belleza
libertad  ligada al agua
ojos de  obreros
paso del ganado hacia su muerte.

Allí  me hablaron las dunas
la amistad entre calles y océano
la poderosa  Quebrada del Sauce
las fantásticas plantas de Aloe Vera
sus poderosos mástiles
con semilla para seres  gigantes.

Ví a los gatos gobernando las calles
brigadas de ruidosas  gaviotas
antiguas carnicerías
espaciosos almacenes
humitas  y pastel en el negocio de la plaza
bendita  leche asada
esposas y madres de pescadores
vecinos que cuidan a vecinos
barrios emigrados a otros mundos
Víctor Jara en las paredes
niños que aman el mar.

Ví casas vestidas de azul y naranja
escaleras que emergen del bosque
asombrosa conciencia colectiva
filósofos  vendiendo pescado
calles que recuerdan a trenes
ancianas embriagadas de memoria.

Brevas peladas y en la boca

Sobre el plato de madera
veinte o más brevas peladas
recién paridas en el patio
almas plenas en la Quebrada del Sauce
vida perfecta de Maribel Rubio
distinción entre realidad
y el arte de abordarla
de recrearla, de hacerla nuestra.

Historia de Gabriel y el profeta Amós
libro familiar de los Parra
primeras mañanas de Otoño
formidable árbol en Aracataca
José Arcadio amarrado por años
prostituta
regalando dulzura a la esperanza
berenjenas caminando sobre aceite y ajo
relatos de topeaduras
casas defendidas por rieles
sal premiada con aromas
sol proclamando los cristales
miel de avellanos con rastros de cera
café hecho por Pedro
nieta con torta de cumpleaños
Chaplin observando junto al brasero.

Sobre el plato de madera
las hijas de la higuera han partido a mi boca
dulces en su último rayo de vida
deliciosas como el rostro de Isidora.

En la calle
la niña obsequia sus abrazos
Myriam es llamada por sus sueños
y el equipo busca prietas con nueces
una quebrada llena de flores
barcos escondidos en el cielo
la escalera entre Durazno y Barros Arana
último año antes de las guerras
el sello de la unión entre las fuerzas.

Caleta Portales

Volver a Caleta Portales
como si alguna  vez hubiera estado allí
irrumpiendo en Asambleas del Club Defensor
abrazando muchachas en la arena
preparando espineles
arrastrando botes
reparando motores
escuchando historias de viento
afeitando la piel de los congrios
observando el rubor de los pulpos
los suaves reflejos de las merluzas
besos y saltos de lobos
implacable presencia del mar.

Volver como un ser de  agua
y no como un mero observador
torpe recolector de imágenes
temeroso habitante de trenes
caminante de sueños y cementos.

Valparaíso sin ascensores

Valparaíso ha quedado sin ascensores.

No importa. Cosas peores han ocurrido.

Hay niños muriendo de amor por los volantines.

Suzarte y El Gitano están atrapados en las escaleras.

Enredaderas y flores han huido de las quebradas.

Falta Emilio Contardo disparando desde su alegría.

Su alma tendida en el lodo del Estero Delicias.



Valparaíso ha quedado sin ascensores

y nos faltan las olas en la Plaza Victoria,

los hierros modernistas del Mercado Puerto,

las mañanas alegres del Café Vienés,

las galletas crujientes de Hucke,

los pequeños botes cruzando la bahía,

la Biblioteca Infantil del Parque Italia,

las multitudes en Avenida Pedro Montt,

la esperanza en la Plaza del Pueblo.



Nos falta el Hospital de Aldo Francia,

la suelería Cóndor,

la hendidura en la cueva del Chivato,

la tempestad en los bordes del agua,

el palmar que existía en los cerros,

los baños populares en Barón,

la concurrida Playa de Jaime.



Valparaíso ha quedado sin ascensores

y en esos hierros se oxida tanta dicha,

se extinguen los carros que observan las casas,

aquellos hundidos bajo el cemento de Baquedano,

los que aman el duraznal del Cerro Lecheros,

las elevadas certezas de Cordillera,

fantasmas llegando al Paseo Atkinson,

corriendo entre las hierbas salvajes de Florida,

entre las rocas heridas del profundo Polanco,

sobre la sagrada ausencia del Espíritu Santo.



Máquinas elevadas hasta el cielo,

ingenios que nos vuelven nube,

grito de árboles,

hermanos de la montaña,

seres inmersos en la bahía.


Resurrección de la carne



Una mañana de diciembre,
no podía ser de otro modo,
comenzó la gente a salir de la muerte.

Primero vi a niños
recogiendo  estrellas
en Caleta Portales,
cuerpos  reales y claros,
cantos de luz en las aguas,
hijos  de  Mañke y Gabriela,
rondas de vida y de   mar.

Desde el  cementerio de Recreo
salían  jóvenes en bicicleta,
novias colmadas de blanco,
ancianas con sus rosarios,
pequeños comerciantes
cargando canastas de frutas,
bandejas con hielo y pescados,
ramilletes de flores,
botellas de agua y vino.

Desde el fondo de las quebradas
y desde los patios de las casas,
comenzaron a levantarse
los canes  y los gatos caídos,
mariposas de otras  estaciones,
árboles derrotados por el viento,
conejos de antiguos almuerzos,
pequeñas  serpientes de jardín.

Al mediodía,
abrazados, rojos y sonrientes
marcharon los obreros fusilados el año 6,
los desaparecidos con sus guitarras
y sus gruesos chalecos de lana,
envueltos en lágrimas de abuelas,
seguidos por hijos e  hijas
que vuelven a ser niños,
desbordados de alegría,
llenos de luz y  más luz.

Todo fue  extraordinario,
hubo varias semanas sin noche,
fiestas interminables bajo los parrones,
visitas del propio Pablo, de Víctor,
Violeta con nuevas canciones,
historias del otro mundo,
poemas bajo otro sol.

Al terminar el verano,
todos se esfumaron
y  muchos creyeron que fue un sueño,
otra broma de poetas,
otra  terrible canción.

Pero enredada en un árbol sagrado
y escrita en el idioma de las olas,
encontré una nota de vida,
un espacio de fuerza,
la antigua letra de mi abuela,
un pozo secreto en mi barrio,
la dulce  puerta de diciembre.



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