Duermes en mis brazos, hija.
y nuestro sol surge de lo oscuro,
mi cuerpo vuelve a crearse,
alumbrado por tu pulso,
la calma, el océano
y el propio aire
que enciende tu vida.
Me llamas padre, Isidora.
y todos los caracoles envidian mi alegría,
mi suerte de gran principiante,
mis manos huntadas de cera,
mi última lluvia de Octubre.
Incluso la Luna se hospeda en mis ojos
y el viento cobra nueva existencia,
acude a nuevos jardines,
comprende mejores sombras,
define una fiesta de nubes.
Nombras la tierra, hija.
y vienen mariposas a mirar tu boca,
tus manos bañadas de barro,
tigres cuidando tu dicha,
estrellas sembrando en tu rostro.
Te enfadas, mi encanto.
y de ese rayo nace tu risa,
peces que vuelan en la tarde,
tortugas con lentes,
frascos de tomates,
oleajes de verano
La fotografía es de Joel Sartore y proviene de National Geographic
Poema dedicado a Isidora, mis ahijados y mis sobrinos.