Espíritu de mi puerta.
Miro al norte.
Soy espíritu azul de esta puerta,
habito su mano de hierro,
pequeño mundo
golpeando las tablas,
venerable sur de los bosques,
nostalgia de raíces bajo este cerro.
Asomo en dominios de bronce,
círculo buscando su clave,
pomo como espejo de Escher,
labios besando los sobres,
registro sagrado de un nombre,
lámina como dique del viento.
Soy la tranca soñando en el dorso,
pequeño ojo prudente,
cadena como breve permiso,
agua lamiendo madera,
amplia lectura de almas
al cruzar serenas a este sueño.
Mi Ariadna
Mi casa en Recreo sólo existe en la noche.
Su puerta la tocan las olas.
La alumbra un sol interior.
Cada noche esconde su centro.
Vertiente de memorias.
Vulva sangrante de Ariadna.
Abuela, madre, hija
Nací frente al templo de los centauros,
traje un silabario con cuerpos desnudos
y las siete vocales de Simónides
marcadas en la cresta de mi espalda.
Los ojos de mi abuela
liberaron su luz sobre mi alma,
apartando mi nombre de las sombras,
limando mi egoísmo,
separándome del agua.
Mi madre era pura sonrisa,
entre lágrimas
revisaba mis dedos,
el torso de las orejas,
los lápices que usaría en el invierno.
Isidora estaba inscrita en mi frente,
su alma buceaba en otro plano,
era espejo de otro sueños,
agua que cae en el Río Pangue.
Jackson Pollock pintó mi casa.
Saqué todos los muebles de la casa
y busqué cinco variedades de azul
varios tonos de rojo y naranja
un amarillo vaporoso y claro
otro propio de membrillos maduros
Traje lila en pequeñas cantidades
verde esmeralda
marrón
damasco
y mucho blanco andaluz
Ordené los tarros en el centro del espacio
y sobre una nueva capa de nieve
fui lanzando los colores
con palos
botellas
las manos
plumeros remojados
cucharas convertidas en catapultas
El punto es que la casa sonríe
e Isidora pasa días revisando los muros
repitiendo el nombre de los colores
buscando rostros y soles imaginarios
pumas tulipanes hermanitos
bosques con vertientes de agua
montañas y castillos de luz
De las antiguas cosas
sólo dejé el piano
y todo lo otro
fue reemplazo por ingenios rojos
incluso el pequeño televisor
los cubiertos
los teléfonos móviles
las pantuflas
las cartas de cobranza
las llaves
los maceteros
las estufas
las alfombras
los marcos de los espejos
los juguetes de la niña
La pasta de dientes
ahora usa una funda roja
la leche está hecha de frutillas
y todos los zapatos
hablan el viejo idioma bermellón
Un águila reside en mi jardín
He notado que un águila
preside nuestras mañanas
sus ojos me saludan
al mirar hacia oriente
y luego extiende sus alas
para acompañar a Isidora
en sus primeras alegrías
Señora de las alturas
rayo del pensamiento
ser de luz
¿qué espíritu te ha traído?
¿qué le pides a mis manos?
¿qué reino quieres en mi alma?
Señora
se que en el principio
te movías sobre la faz de las aguas
y que tus ojos fueron
dando forma y sentido
a estrellas y tempestades
de ti nació la claridad y el día
fuente de vida
tótem pillán nereida
ilimitada en tus poderes
esposa y reflejo del sol
Te pido que vengas en paz
que pongas fuerza en mis trabajos
que anides tranquila y cómoda
pues no dejaré de honrarte
horadando las tinieblas
con mis incipientes rayos
conservando y difundiendo la luz
sin esconder mi lámpara
sin doblegar mi hígado
sin humillar mi alma
Habitación junto al mar
Mi habitación limita con las olas
por las mañanas el agua
perdona mi rabia
delgados rayos
perforan mi cuerpo
el verano orina sobre mi alma
mi esposa respira sobre el mar.
Esos extraños conejos blancos
En mi casa
hay un recinto lleno de conejos blancos,
usan mandiles rojos,
fuman pipas,
aman el te en los bulevares.
Pobres animales,
discuten, beben whisky,
agitan el hielo con sus dedos,
escuchan a Satie y Bartók,
van de compras, comen carne.
Tienen piel que huele a humo,
llevan siempre sus condones verdes
rezan, apuestan,
van al Derby en días de sol.
Mis conejos maldicen,
cocinan, escupen,
deben millones en el almacén.
Casa y Jardín
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Busque los muebles que faltan, los sinónimos, las cosas inmateriales, los animales extinguidos.
La Cómoda
Después del terremoto compré una cómoda de lingue,
manillas de bronce, cajoneras amplias, espejo de plata.
Hace cien años,
el mueble nació de la lluvia
en las regiones australes.
Carpinteros anarquistas
lo modelaron sobrio
cálido, limpiamente alegre.
Mis abuelos irradiaron
ese espacio y lo hicieron sagrado,
palparon esas tablas,
guardaron allí sus cartas,
sus mandiles, sus anillos,
los dibujos de mi padre.
De niño jugaba bajo sus maderas,
escondía juguetes en sus rincones,
olía sus fantasmas, lo creía una casa,
un castillo, una nave de mi alma.
Diván
Entre epitafios y silabarios
busco las maderas
para hacer un nuevo diván
distinto al de Johanna Haun
que ahora vuela
sobre Recreo.
Quiero uno de lingue y radal,
de canelo y ciprés,
de roble y avellano,
de raulí y laurel.
Un diván para conectarme
con los bosques
para dormir en sus sombras
y aromas,
cubierto de ramas,
elevado en las montañas,
espíritu de las cordilleras.
Para mi nuevo diván
deseo una frazada
hecha por grandes abuelas,
un manto de energía roja,
un paraíso de siestas
y sueños.
Un mueble hecho de un poema,
un sitio en que cabe Isidora
y las Sofías,
mi madre y mis abuelas,
mis ángeles y mis fantasmas.
Aquí les dejo ese espacio,
está sobre la vara de un coligüe,
pendiendo de hilos azules,
meciéndose sobre vientos calmados,
tibio y pacífico,
humano y transparente.
Dragones
Nunca olvido tomar el sol
con mis dragones.
Un diamante verde
se enciende
en aquellas gargantas
y pequeñas gotas de fuego
emanan de sus bocas
y sus fosas nasales
como si no fueran reales
cómicos y únicos
sino formas
en una cinta de Eliseo Subiela.
Mi hija crece sobre sus lomos
y ellos, perezosos,
estiran sus magistrales alas
ensayando veloces pasos.
Insólitos lagartos voladores
bestias que despegan
sobrevolando los techos
los semáforos
las vecinas olas
la risa engañosa de las novias
el rostro impasible de los policías.
En las noches de Luna
mis dragones ejercitan el diálogo
resuelven puzles
beben Americano Ganzia
hablan de Satie
destapan lavatorios
toman helado de frutillas
ocupan varias butacas en el cine
comentan la política socialista
la visión urgente
de Carla Jofré.
Manzana rallada
Manzana rallada con mi hija
el mismo plato
distintas cucharas
como si siempre hubiéramos
estado juntos
esperándonos
en la misma fuente
conservando la luz
perdonando el silencio.
Ángel
El ángel de luz ingresa con los pies en punta a nuestro cuarto,
me guiña un ojo y se sienta junto a mi esposa,
le habla a su oído que duerme,
sopla oro y cometas en sus ojos.
El ángel me habla de Isidora, de su colorida y dulce inocencia,
me dice que los seres de luz compiten por visitarla cada aurora,
buscan una pizca de su tibieza, aprenden y cuidan de su alegría.
Aún no amanece y estoy a la espera del ángel,
del primer rayo de la mañana, de la buena noticia,
el buen principio, la esperanza.
Seres de Luz
La personas vestidas de blanco
llegaron en medio de la noche
velas iluminaron nuestra casa
y los habitantes
recibimos caricias
practicamos yoga
cedimos el cuerpo
a nuestros soles
Yo era niño
y aquellos ángeles
siguieron apareciendo en las plazas
danzando en los recreos del colegio
frecuentando
las burbujas de la noche
abriendo sus ojos
en los espejos
Ignoro por qué
ahora empiezo a recordarlo
y los seres me visitan en los sueños
corren conmigo por las playas
comparten el yogurt con Isidora
Puse piedras en sus bolsillos
y siglos después las encuentro
Mientras amanece
Estamos esperando los primeros arrebatos de día,
el sol comienza sus juegos por la ventana de la cocina,
Isidora come galletas y espera que termine el poema
para que Minnie y Mickey traigan su música
a esta pantalla.
Ahora comienza a cantar la historia de los elefantes
sobre la tela arágnida y procura limpiar las migas
que sus obleas dejan sobre el mantel de mosaico.
Este será un lindo fin de semana,
aunque Tati esté en el hospital y me esperen
varios textos para defender mujeres que trabajan.
Me concentro y pienso en la mirada
que se fija en la derecha de los cuadros,
en obras construidas con jardines
que llenan un edificio cúbico y piramidal,
una sala para cada estación,
el mismo jardín en los ciclos de su vida,
una sala para cuatro momentos de la música,
cuatro maneras de pensar,
cuatro religiones de Abraham,
ventanas que persiguen al sol,
una escalera que termina en el agua subterránea
y otra que lleva hasta el fuego.
El hombre será el viento,
el pensamiento que une los elementos,
dibuja una cruz y una estrella
con los nueve vértices del edificio.
Mientras escribo, Isidora me ha llenado
de abrazos, de solicitudes,
de caricias en mi pelo,
de lindas preguntas.
Obvio, la cuarta religión
es la nuestra,
el espacio libre
de la Tribu de Dan.