28 de noviembre de 2008
Carta Nro. 99 para Isidora.
Querida hija, faltan diez días para tu cumpleaños. Te miro jugando sobre el sillón. Feliz con este amanecer junto al mar.
No sabes de años de calendarios ni de horrores.
Ronroneas, sonríes y juegas con una taza que está a punto de caerse.
Estás tan linda!!!!! Pareces un arco iris vestido de bebé.
Hoy me ocuparé de preparar la fiesta, los disfraces, las acciones de arte en tu homenaje.
Te abrazo. Te quiero. Eres nuestro tesoro.
Gonzalo
En la foto, tomada por Ma. Irene Morales, apareces junto a tu padrino Esteban, el perfil de Tati y mi sonrisa.
8 de noviembre de 2008
Chartres
Chartres desde el jardín
Dedicado a Teresa Calderón y su elefante.
Soy lo que no soy. La rosa.
El hambre. Los círculos.
La lluvia. El laberinto.
Soy la torre y la caída.
Los mendigos. La mesa.
El naipe. La muerte.
Soy tu cuando te enfadas.
Soy la hembra, la música,
el tiempo, el infierno.
Soy el agua subterránea.
Las arañas. La luna.
Lo triste. El placer.
Soy la guerra. La boda.
El vino. La cruz. La pena.
La envidia. La envidia.
La pena.
Soy el cine. El muro.
El odio. La peste.
Las manos. La copa.
La espada.
Soy el hombre que tortura.
La escuela. El árbol.
Los ratones. Los espejos.
El asombro.
Soy el pan. La serpiente.
Los gusanos. El cuerpo.
La carne. Los sellos.
La puerta.
Soy Ariadna y Dédalo.
Loco y tempestad.
Calibán y Minotauro.
Solsticio y República.
Soy Raquel y lentejas.
Mil niños muertos.
Mil niños y un ángel.
Nuestro propio ángel.
Soy mi hija. Memorias.
Los libros. Los perros.
El deseo. El deseo.
La luz.
la flor en el laberinto
vista nocrurna del laberinto
Quiero contarles como nació este texto:
Es de noche y llevo mi mirada hacia las estrellas. Tengo a mi hija en los brazos y en mi cabeza giran las emociones de la jornada en el bosque de Colliguay.
Duermo y sueño con el laberinto de Chartres. Una intuición me visita desde el inconciente: el landmark inscrito en su centro es un portal simbólico que conecta los trazados arquitectónicos con el firmamento.
Me levanto y las nubes que descansan en los brazos de los matorrales me sugieren que busque nuevas pistas.
Mientras la música de la naturaleza se acrecienta para celebrar al sol , calzo mis zapatos rojos y parto hacia la Catedral de Chartres. El templo que sirvió de escuela.
El edificio se levanta sobrer la cima de una pequeña colina destinada al culto religioso desde tiempos inmemoriales. En el lugar existe una falla geológica y corren aguas subterráneas.
Saco mi vieja huincha de medir. El laberinto y el rosetón de la fachada occidental tienen 12,89 metros de diámetro. En el centro del laberinto estuvo la imagen de Teseo luchando contra el Minotauro.
Entre el centro del laberinto y el umbral de la entrada occidental hay 37,5 metros. La misma distancia existe entre el centro del rosetón y el suelo. Si la fachada se extendiera sobre el piso interior, el rosetón coincidiría con el laberinto.
Muchas otras medidas, tomadas desde aquel landmark, dan cuenta de la corrección del trabajo de maestros y obreros.
Miro la figura y cuento once cículos concéntricos que de manera muy clara dibujan una flor. Los círculos me sugieren los distintos planos del universo, imbricados entre sí, dando forma a la vida expresada en aquella flor.
El protagonista de la obra es la luz. En la jornada del solsticio de verano, un rayo de sol penetra por un punto claro en el Vitral de Apolo – disfrazado de San Apollinaire - e ilumina una piedra blanca por sólo un instante.
Cada 15 de agosto del calendario juliano - que corresponde al 22 de agosto en el cómputo gregoriano actual- una imagen de María es proyectada hasta el centro del laberinto para conmemorar su asunción a los cielos.
En la Cripta de la Catedral, la madre de Jesús se ha pigmentado de negro y es conocida como “Nuestra Señora del Subsuelo”.
El agua que corre bajo el piso y que alimenta un pozo, me recuerda a La Papisa del Tarot. El color negro de su imagen evoca a Isis.
Todo el contexto me sugiere que Dante pasó antes por allí.
Un hombre que camina por el lugar me cuenta un viejo rumor: las catedrales del lugar dibujan en la tierra la Constelación de Virgo. Además, me dice al oído: "recorrer el camino del laberinto equivale a peregrinar a Jerusalén".
Descalzo mis pies y me pongo en marcha hacia aquel centro. Ahora estoy en ese landmark. De pronto, comienzo a danzar. Mi alma salta de un lugar a otro del templo, se sumerge en las vertientes, toma las manos del arquitecto, salta hacia las estrellas, vibra como música sobre las aguas, lleva su pequeña luz hacia otros cuerpos, otras vidas, otra tierra.
Así nace el poema.
el vitral de occidente
Epílogo de mi libro "Landmarks"
Próximo a ser publicado por la Editorial Altazor.
Dedicado a Teresa Calderón y su elefante.
Soy lo que no soy. La rosa.
El hambre. Los círculos.
La lluvia. El laberinto.
Soy la torre y la caída.
Los mendigos. La mesa.
El naipe. La muerte.
Soy tu cuando te enfadas.
Soy la hembra, la música,
el tiempo, el infierno.
Soy el agua subterránea.
Las arañas. La luna.
Lo triste. El placer.
Soy la guerra. La boda.
El vino. La cruz. La pena.
La envidia. La envidia.
La pena.
Soy el cine. El muro.
El odio. La peste.
Las manos. La copa.
La espada.
Soy el hombre que tortura.
La escuela. El árbol.
Los ratones. Los espejos.
El asombro.
Soy el pan. La serpiente.
Los gusanos. El cuerpo.
La carne. Los sellos.
La puerta.
Soy Ariadna y Dédalo.
Loco y tempestad.
Calibán y Minotauro.
Solsticio y República.
Soy Raquel y lentejas.
Mil niños muertos.
Mil niños y un ángel.
Nuestro propio ángel.
Soy mi hija. Memorias.
Los libros. Los perros.
El deseo. El deseo.
La luz.
la flor en el laberinto
vista nocrurna del laberinto
Quiero contarles como nació este texto:
Es de noche y llevo mi mirada hacia las estrellas. Tengo a mi hija en los brazos y en mi cabeza giran las emociones de la jornada en el bosque de Colliguay.
Duermo y sueño con el laberinto de Chartres. Una intuición me visita desde el inconciente: el landmark inscrito en su centro es un portal simbólico que conecta los trazados arquitectónicos con el firmamento.
Me levanto y las nubes que descansan en los brazos de los matorrales me sugieren que busque nuevas pistas.
Mientras la música de la naturaleza se acrecienta para celebrar al sol , calzo mis zapatos rojos y parto hacia la Catedral de Chartres. El templo que sirvió de escuela.
El edificio se levanta sobrer la cima de una pequeña colina destinada al culto religioso desde tiempos inmemoriales. En el lugar existe una falla geológica y corren aguas subterráneas.
Saco mi vieja huincha de medir. El laberinto y el rosetón de la fachada occidental tienen 12,89 metros de diámetro. En el centro del laberinto estuvo la imagen de Teseo luchando contra el Minotauro.
Entre el centro del laberinto y el umbral de la entrada occidental hay 37,5 metros. La misma distancia existe entre el centro del rosetón y el suelo. Si la fachada se extendiera sobre el piso interior, el rosetón coincidiría con el laberinto.
Muchas otras medidas, tomadas desde aquel landmark, dan cuenta de la corrección del trabajo de maestros y obreros.
Miro la figura y cuento once cículos concéntricos que de manera muy clara dibujan una flor. Los círculos me sugieren los distintos planos del universo, imbricados entre sí, dando forma a la vida expresada en aquella flor.
El protagonista de la obra es la luz. En la jornada del solsticio de verano, un rayo de sol penetra por un punto claro en el Vitral de Apolo – disfrazado de San Apollinaire - e ilumina una piedra blanca por sólo un instante.
Cada 15 de agosto del calendario juliano - que corresponde al 22 de agosto en el cómputo gregoriano actual- una imagen de María es proyectada hasta el centro del laberinto para conmemorar su asunción a los cielos.
En la Cripta de la Catedral, la madre de Jesús se ha pigmentado de negro y es conocida como “Nuestra Señora del Subsuelo”.
El agua que corre bajo el piso y que alimenta un pozo, me recuerda a La Papisa del Tarot. El color negro de su imagen evoca a Isis.
Todo el contexto me sugiere que Dante pasó antes por allí.
Un hombre que camina por el lugar me cuenta un viejo rumor: las catedrales del lugar dibujan en la tierra la Constelación de Virgo. Además, me dice al oído: "recorrer el camino del laberinto equivale a peregrinar a Jerusalén".
Descalzo mis pies y me pongo en marcha hacia aquel centro. Ahora estoy en ese landmark. De pronto, comienzo a danzar. Mi alma salta de un lugar a otro del templo, se sumerge en las vertientes, toma las manos del arquitecto, salta hacia las estrellas, vibra como música sobre las aguas, lleva su pequeña luz hacia otros cuerpos, otras vidas, otra tierra.
Así nace el poema.
el vitral de occidente
Epílogo de mi libro "Landmarks"
Próximo a ser publicado por la Editorial Altazor.
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