22 de septiembre de 2017

Reloj Control



El frío de la mañana siempre fracasa. Lleva años intentando que Carolina llegue atrasada al trabajo, se quede enredada en las frazadas o demore cinco minutos entibiando sus manos en su viejo tazón mexicano.

Ella sabe de aquel viento malcriado y lucha a concho por vencerse a sí misma y llegar justo a tiempo a la vieja oficina de Correos en que por diez años su hoja de asistencia figura libre de atrasos.

Al llegar, una voz automática la recibía desde el Reloj Control." Buenos días Carola, estás guapa hoy", eran las palabras que ella misma había seleccionado para una locutora anónima e impersonal.
Pero, el primer lunes de invierno, aquello comenzó a cambiar.

Una voz porteña cercana a la de Fito Páez le dijo con sobrada confianza: "Carola, estás como querés" y sacando una mano azul desde su pantalla, tocó su mejilla helada y le regaló un segundo de tibieza.

Durante toda la jornada sintió altas temperaturas en su cuerpo , de modo que no pudo concentrarse en sus lecturas de sumarios, licitaciones y reclamos laborales.

En la hora del crepúsculo, encendió velas en su casa frente al mar. Bebió espumante con licor de sauce. Observó a la Luna besar al Lucero. Se acostó desnuda mientras un piano extendía las danzas mágicas de Satie.

Entonces, Fito Páez tocó para ellas la flauta y tras besarla largamente, horadó sus pliegues con una ternura infinita, derramando un líquido celeste con aroma a Fanta, que al tenor de posteriores testimonios reservados, poseía sabor a mandarina.

A la mañana siguiente, la más fría del siglo, Carola fue la primera en llegar a la Oficina, se acercó sonriendo al reloj control, besó su índice derecho y lo apretó con cariño la placa de contacto, mientras respiraba profundamente.

La máquina tosió y se zarandeó. Disparó una luz paralela al suelo y surgió desde allí el holeograma de un hombre. Músculo sobre músculo en su abdomen, desnudo, alto y enormemente dotado.

El ser de luz se acercó a ella, telepáticamente le agradeció el espumante con licor de llanto, desnudó su seno izquierdo y lo succionó hasta que la luz amarilla del día hizo su entrada por decenas de rendijas orientales.

Aquel martes, Carola dio parte de enferma. Pidió hora al psiquiatra de moda. Compró sábanas bordadas a mano. Sintió claramente que estaba embarazada.

Iluminada por una alegría de piel, ella cambió de peinado y podó su bosque íntimo hasta crear un círculo laberíntico sobre su pubis.

Ansiosa, esperó el crepúsculo bebiendo jugo de frutilla con dos gotas de vodka. De pronto, sintió manos sobre sus hombros. ¡Divina! dijo la voz de Fito, antes de escuchar por horas los relatos de Carola y alentarla a dejar su rutina y emprender una vida de arte y aventura.

Esa noche, ella montó a su amante de luz. Mordió sus orejas transparentes. Lo cuidó mientras dormía, lo observó roncar levemente y apagarse entre aquellas sábanas nuevas.

A la mañana siguiente, el té con miel hizo amistad con la alegría de su cuerpo, luego puso amor en su diestro índice y partió vestida de rojo a encontrar a su amante.

Antes de poner su dedo en la placa, abrazó al Reloj, le dijo gracias mientras lágrimas brotaban de sus ojos y lo besó en su cubierta, como una madre lo hace con su hijo.

Luego, estiró su mano y la llevó al punto de encuentro y una voz impersonal resonó: 'Carola, estás guapa hoy'.

Entonces, la certeza mudó en decepción y una soledad pesada como el cielo cayó desde lo alto hasta su centro.

Entre tazas de café y escapadas al baño, comentó a sus amigas todo lo ocurrido. En facebook supo de múltiples experiencias con el Reloj Control ocurridas los mismos días en Valparaíso: Las caricias de una mano azul. La voz de Fito Páez. El extraño semen de luz. La sensación de embarazo. La inesperada ausencia de aquella mañana.

Pronto, Zancada, Radio Bio Bio y los matinales de televisión hicieron reportajes. Carola acudió esa misma tarde a una conversación en los estudios de Canal 13.

La Conferencia Episcopal, reunida de emergencia aquella noche, exigió desactivar los relojes del país. Pidió a un equipo de teólogos investigar la procedencia del aborto en aquellas circunstancias y llamó a rezar por mantener a Chile alejado de Satanás.

A la mañana siguiente, el cura de La Matriz y numerosos jesuitas pidieron respetar el derecho de las mujeres a tener placer, porque en sus cuerpos se cumple la Ley de Dios, que ordena la alegría y la vida.

A las once de la mañana, el Servicio Médico Legal confirmó el embarazo de Carola y de otras siete mujeres.

A la una de la tarde, la Presidenta de la Unión Conservadora del Orden presentó un proyecto de ley para sancionar como delito terrorista la manipulación de un artefacto robótico para fines sexuales.

A las tres de la tarde, luego de una reunión de gabinete acalorada, que incluyó una videoconferencia con el Pentágono, la Presidenta de la República declaró el estado de sitio, ordenó a la Fuerza Aérea activar el escudo electrónico del país y dio orden de conducir al Sheraton Miramar, usando la fuerza en caso de oposición, a todas las mujeres que reconocieron encuentros con seres de luz .


En secreto, los Estados Americanos y la OTAN, pusieron en acción sus planes de defensa conjunta.

Fueron 65 las prisioneras en el Hotel. Por precaución se las hizo acompañar por médicos y tropas de asalto. Ninguna tenía derecho a dormir sola y en todo momento debían ser acompañadas por personal fuertemente armado.

A exigencia de la Presidenta y sus ministros de izquierda, se instalaron en el hotel, delegaciones de la Cruz Roja y del Instituto de Derechos Humanos. A su vez, se rechazó la exigencia militar de permitir sólo la presencia de personal masculino y la sugerencia de realizar experimentos con los gametos.

Aquella noche de jueves, Carola y otras seis prisioneras, cubiertas con frazadas, salieron a la terraza del Hotel.

Intercambiaron identidades e historias. Hablaron de la escena de Missing en aquella terraza, la bandera entregada a Garibaldi en Caleta Abarca, el socialismo utópico que se hizo efectivo en esa misma playa a través de la empresa metalúrgica “Lever, Murphy and. Co.”, su condición de mujeres solas, las extensas lecturas compartidas, su deseo secreto de ser madres, la alegría por lo ocurrido, el talento común por el piano, la decepción por ese fugaz y promiscuo Fito Páez.

Entre conversación y confidencias. llegó el amanecer. El Lucero y la Luna dieron nueva esperanza a las cautivas.

Como Carola aún no tenía sueño, pidió permiso a su guardia para ver Merlí en Netflix, a lo que el uniformado accedió, previa intervención del Instituto de Derechos Humanos.

Todo comenzó normalmente con el viejo profesor catalán, pero tras la escena del desalojo, un rayo dejó dormido al guardia y ella sintió un chorro de agua tibia en su cuerpo, percibió en su cabeza el efecto de media botella de vodka, se desmayó y despertó en su cama, acompañada por los muebles de su casa y su piano, en una habitación redonda, toda cubierta de cristal y toda rodeada de estrellas.

Fito apareció ahora de carne y hueso. Llevaba de la mano a un niño que pronto corrió hacia ella gritando: ¡ Mamá, mamá, despertaste!

Luego supo de la Ciudad Esmeralda y el Proyecto Noé. Explosiones solares que interrumpieron brevemente el contacto. La nueva humanidad de los elegidos. Su viaje estelar de siete años. El semen digital de los robots.

FIN

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