24 de mayo de 2016

Eduardo Lara / 21 de mayo






Eduardo Lara fue  un hombre gentil.
Empeñoso en atender,
extender  su templanza,
compartir su alegría.

Y un día el fuego.
Vándalos rompieron la ciudad.
Asediando libertades.
Construyeron  la muerte.
Desbordaron  su ira.

Y un día el fuego.
Antigua maldición del Almendral.
Policías entregaron la  ciudad.
Dejaron  hacer.
Fallaron  al  deber y la vida.

Y un día el fuego.
Hubo rayos anunciando  la asfixia.
Prefectura a  pocas cuadras.
Chile incendiado, se rinde.


La muerte de Eduardo Lara fue una muerte cruel, inaceptable y, sobre todo, evitable, que deja en evidencia que muchas cosas andan mal en nuestra convivencia. La lista es larga, la desigualdad crónica, la mala calidad de la educación, la política y la justicia, entre otras. Sin embargo, frente a hechos como el incendio de dos edificios patrimoniales y la muerte de Eduardo Lara, lo más grave fue –una vez más– la incapacidad de la policía para asegurar el orden público, frente a la acción violenta de delincuentes y extremistas.  Patricia Politzer/El Mostrador



La fotografía es de Pablo Tomasello y proviene de este sitio.



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