Cara de Plato sube por calle Los Baños,
luego de su primera pílsener,
sus bromas a muchachas
que buscan el día
y una íntima conversación
sobre la espuma en Caleta Abarca.
Habita en la sonrisa de las mañanas,
tararea viejos boleros
y en un añoso ritual,
recorta flores en un patio ajeno,
recibe manguerazos de castigo,
se disculpa con piropos
y besos al aire para doña Yolita
en casa de su amigo Jacdín.
Recuerda sus almuerzos
con papa y cochayuyo,
las caricias de su madre
en tardes de radio,
la pelota de trapo,
los partidos en la calle,
la mala idea de robar un auto,
joyas de un comercio,
viejas maletas de un patrón..
Piensa en sus hijas
que han crecido sin padres,
en la lluvia cayendo sobre la cárcel,
el tintineo de las ollas en la cocina,
la sonrisa cariñosa de su vieja,
la fuerza solar de sus niñas
corriendo en la amplia casa de Portales,
mordiendo zanahorias frescas,
borrando heridas,
tejiendo luz.
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