18 de septiembre de 2011

Emet




Aunque lo haya escrito
El Altísimo sobre la arcilla,
la palabra no es esencia ,
ni fragmento,
ni espíritu de las cosas.

Así que no alumbro la noche
al escribir la palabra “estrella”
ni llueve a cántaros
en las letras del invierno.

Palabra es tango y circunstancia,
onda que crece en el agua,
diálogo entre otoños,
música que borra el silencio,
uva muriendo en su cesto.

Palabra no es principio de Dios.
Palabra es el mismo Dios.




Este poema conversa con Borges en:


El Golem




Si (como el griego afirma en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa,

en las letras de rosa está la rosa

y todo el Nilo en la palabra Nilo.



Y, hecho de consonantes y vocales,

habrá un terrible Nombre, que la esencia

cifre de Dios y que la Omnipotencia

guarde en letras y sílabas cabales.



Adán y las estrellas lo supieron

en el Jardín. La herrumbre del pecado

(dicen los cabalistas) lo ha borrado

y las generaciones lo perdieron.



Los artificios y el candor del hombre

no tienen fin. Sabemos que hubo un día

en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

en las vigilias de la judería.



No a la manera de otras que una vaga

sombra insinúan en la vaga historia,

aún está verde y viva la memoria

de Judá León, que era rabino en Praga.



Sediento de saber lo que Dios sabe,

Judá León se dio a permutaciones

de letras y a complejas variaciones

y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,

sobre un muñeco que con torpes manos

labró, para enseñarle los arcanos

de la Letras, del Tiempo y del Espacio.



El simulacro alzó los soñolientos

párpados y vio formas y colores

que no entendió, perdidos en rumores

y ensayó temerosos movimientos.



Gradualmente se vio (como nosotros)

aprisionado en esta red sonora

de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,

Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.



(El cabalista que ofició de numen

a la vasta criatura apodó Golem;

estas verdades las refiere Scholem

en un docto lugar de su volumen.)



El rabí le explicaba el universo:

Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga

y logró, al cabo de años, que el perverso

barriera bien o mal la sinagoga.



Tal vez hubo un error en la grafía

o en la articulación del Sacro Nombre;

a pesar de tan alta hechicería,

no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.



Sus ojos, menos de hombre que de perro

y harto menos de perro que de cosa,

seguían al rabí por la dudosa

penumbra de las piezas del encierro.



Algo anormal y tosco hubo en el Golem,

ya que a su paso el gato del rabino

se escondía. (Ese gato no está en Scholem

pero, a través del tiempo, lo adivino.)



Elevando a su Dios manos filiales,

las devociones de su Dios copiaba

o, estúpido y sonriente, se ahuecaba

en cóncavas zalemas orientales.



El rabí lo miraba con ternura

y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)

pude engendrar este penoso hijo

y la inacción dejé, que es la cordura?



¿Por qué di en agregar a la infinita

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

madeja que en lo eterno se devana,

di otra causa, otro efecto y otra cuita?



En la hora de la angustia y de luz vaga,

en su Golem los ojos detenía.

¿Quién nos dirá las cosas que sentía

Dios, al mirar a su rabino en Praga?






En la imagen, obra de Marc Chagall, tomada desde http://www.arthistorysociety.blogspot.com/

No hay comentarios.:

Powered By Blogger

años y años de blog!!!!