13 de abril de 2023

Carta de Clara Shumann

 





Querida Trinidad:





Soy Clara Schumann, nacida Wieck.

Me han pedido que te hable de mi vida y mi tiempo.

Debo confesarte, que me cuesta poner sobre el papel de tu espíritu, y, en castellano, la multitud de hechos y pasiones que conformaron mis 76 años sobre la tierra, iniciados en aquel lejano 1819.

En mi niñez, campos, bosques y almacenes de Liepzeg – el lugar del tilo- mi madre y mi padre enseñando música, yo leyendo partituras en vez de cuentos.

Aún no cumplía seis años cuando mis padres, que se llevaban veinte años de diferencia, se divorciaron. Ella se mudó a Berlín con su nueva pareja, yo abrí mis ojos al mundo, intensifiqué mis estudios y pronto comencé a viajar desplegando mi infinito sobre Europa y el pequeño horizonte del piano.

Cada día poseía una hora de instrucción directa con mi padre y dos de ensayo con el instrumento. Era yo la alumna modelo de su pedagogía, explicada en su libro “La educación pianística de Wieck para un toque hermoso y un tono de canto»

A los ocho años y medio , conocí a Robert, alumno y pensionista de mi padre, que me doblaba en edad. Con el tiempo, surgió entre nosotros la amistad, nuestra boda contra la voluntad de mi padre, nuestro libro de vida a cuatro manos, ocho hijos forjados en mi cuerpo, la pena de ver a Robert alejarse diluido en la pena y la locura.

Fui muy famosa, interpretando y enseñando. Aún niña el gran Goethe me entregó una medalla y dijeron que mis manos creativas eran capaces de dotar de sentido y color a la rutina y al paisaje ordinario.

También recibí reproches por mi soberbia, mi actitud honesta y pionera, de interpretar sin la partitura a la vista, imbuida completamente del espíritu del autor. Me dicen que en tus tiempos mi innovación es la regla y derramo una pequeña lágrima de orgullo.

Incursioné también en la creación. Nadie ejecutaba obras de mujeres y por cierta timidez, por las exigencias de la crianza de nuestros hijos, y mi trabajo como intérprete y educadora, no quise profundizar en esa área.

Pero algo hice y sé que en tu hora lo agradecen y me valoran como precursora. ¡Si hasta en un billete de 100 marcos quedó mi rostro!

Sobre mi vida amorosa no hablaré una palabra. Me gusta ser la viuda de Robert. Mi amistad con Johannes y Theodor, es algo que sólo a nosotros nos concierne.

¡Ya es suficiente con que hayan publicado el diario matrimonial que escribimos con Robert!. Por favor, respeten la intimidad

Sobre música para que escuches en tu hogar, sugiero “Gedichte aus liebesfrühling”, “Poemas de amor primaveral”, que creamos con Robert en 1841; mis “Tres romances para piano, Opus 21, de 1853, dedicado a mi querido Johannes Brahms y mis “Tres romances para violín y piano” Opus 22, de 1853, dedicado a mi amigo violinista Joseph Joaquim.

Hermanada en el espíritu, se despide con afecto, Clara.

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