Los novios eran el mar.
Su humanidad tenía algas,
anzuelos, jaibas,
elegantes redes de acero.
La corbata del novio
era un congrio y
sus sueños estaban
desnudos en la arena,
unidos como un silencio rojo,
como dos vientos
besándose sobre un árbol.
La pareja miró su infancia
y vio su catedral
perderse en las aguas,
con cúpulas llenas de espuma,
lanzando olas como oraciones sagradas.
Poderoso templo de ovarios,
vientre de la lluvia,
húmeda vulva de piedra,
ballena escupiendo belleza.
La pareja durmió entonces
y despertó junto a Lorenzo Moya,
alegres de hacerse infinitos,
seres perfectos de la mente,
minotauros renacidos,
luces abrochadas a un poema.
La obra de Lorenzo Moya, incorporada a nuestro registro visual en los muros de Recreo y Esperanza, proviene de la www.galeriacasaverde, el imperdible espacio de Myriam Parra en nuestro barrio.