24 de mayo de 2011

Juicio a la Escuela de Derecho





Pese a los arrebatos de algunos engreídos.
Magistralmente iluminados por Carlos León,
cruzamos los siete muros del saber
armados de genuina humildad
y acerada admiración por la razón.

Pronto llegamos al recinto
en que Minos,
juez de todo laberinto,
resuelve el destino de las almas.

Para nuestra enorme decepción,
el gobernante de Creta
pidió cadenas y fuego
para nuestro viaje
en base a tres cargos severos.

Prescindencia de toda Justicia,
innegable alianza con los poderosos,
ejercicio abusivo de la memoria
en desmedro de emociones,
sentidos e inteligencia.

Conforme a su fuego interior,
nuestros guías aconsejaron
invocar el espíritu libre de la Universidad de Chile,
buscar el resplandor en la oscuridad
y decir la verdad desnuda
con toda la franqueza de las artes.

Para ejercer como Tribunal,
el padre de Ariadna  mudó su forma
a la de siete mujeres bellísimas
que constantemente
confundían sus cuerpos
para luego revivir su autonomía.


Caridad,
la más luminosa de todas,
concedió la palabra a Victorio Pescio
con una voz que era pura alegría y consuelo.

Majestades – dijo mirándolas con seriedad-
los cargos levantados a mi Escuela
son graves pero efectivos.

Graves porque muestran los límites
que no hemos sabido vencer
para el completo esplendor de los espíritus .

Efectivos, porque son evidentes
y palpables como el zumbido de las abejas
o el frío del hielo que muere en nuestros cuerpos.

Sin embargo, majestades, son también evidentes
las virtudes que brillan en la frente
de  cada día de esfuerzos.

Vuestra infinita comprensión
puede apreciar en toda su rudeza
los naturales límites
que surgen del objeto de nuestro estudio.

Hasta ahora nos hemos limitado a estudiar reglas
y no su contexto, su mérito, sus peligros o beneficios.
Muy poco hemos hablado de Justicia,
sus diversas vertientes,
su notable fulgor en las cociencias,
su sagrada hermana Libertad.

Hemos estudiado lo mínimo,
pero hemos tratado de hacerlo bien,
muchas veces con exceso de rigor y detalle,
muchas veces con insólita devoción por el texto.

Respecto del entendimiento con los poderosos.
Creedme que es mínimo,
considerando que estudiamos
los preceptos  que ampara la espada,
y que vivimos en un país en que todo,
incluso la educación de calidad,
es materia de pago , lucro y exclusión.

Observad estas salas, estas esculturas
y estos teatros,
creados para un pueblo rico en sueños
y pobre en recursos.
Observad y concedednos
vuestra gracia.

Se nos reprocha por último,
nuestro exceso en el Arte de Simónides.

Como siempre Elevadas Virtudes,
vuestro dardo ha dado en el blanco.

Pero sed misericordiosas.
A más de alguien hemos salvado
recordando una norma de excepción,
enlazando instituciones distantes,
respetando un plazo o un trámite ritual.


Sed  generosas hasta el límte,
porque ejercitar la memoria
es amar la humanidad,
recordarse a sí mismo,
conservar el brío de la palabra,
tener los datos mínimos
para construir el horizonte.

Por último, benignas maestras,
tened presente
algunos momentos dichosos,
en que la Gran Luz
destelló en nuestro viaje
y ahora nos permiten decir
que estos cien años valieron la pena.

Pienso en Agustín Squella
enseñando la palabra Democracia,
Rivacoba hablando con pasión  a sus alumnos,
la oceánica claridad de Meza y Casarino,
Carlos Verdejo estudiando en la cárcel,
Bobbio aplaudiendo a los jóvenes,
Víctor Providel rechazando un premio
forjado  con el dolor de Chile.
Concluida la defensa,
el Tribunal suspendió el proceso
y por extrema gracia
nos concedió diez años para enmendar,
antes de quebrarnos por completo
con los hierros del olvido.












En el Fragmento del Juicio Final de Miguel Ángel, se observa a Minos y la cola que le imagina Dante.

Proviene de http://www.donotbediscouraged.blogspot.com/

Se cuenta que el rostro de Minos es el de Biaggio da Cesena, Maestro de Ceremonias del Vaticano.

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