26 de septiembre de 2011

Hermano Aire




Quiero vestir un nuevo nombre
llamarme por ejemplo Piedra,
Jubeloz, Águila que duerme.

Martillo las voces
para construir un signo solar,
escudo de laberintos,
joya que ilumine mi sombra.
Entonces, abres tu secreto
y me llamas Aire,
ojo invisible de la aurora,
círculo reunido en su centro,
caldo del que beben tus sueños.


Este poema conversa con Rafael Alberti en:



A LUIS CERNUDA, AIRE DEL SUR BUSCADO EN INGLATERRA




Si el aire se dijera un día:

—Estoy cansado,

rendido de mi nombre... Ya no quiero

ni mi inicial para firmar el bucle

del clavel, el rizado de la rosa,

el pliegecillo fino del arroyo,

el gracioso volante de la mar y el hoyuelo

que ríe en la mejilla de la vela...



Desorientado, subo de las blandas,

dormidas superficies

que dan casa a mi sueño.

Fluyo de las paradas enredaderas, calo

los ciegos ajimeces de las torres;

tuerzo, ya pura delgadez, las calles

de afiladas esquinas, penetrando,

roto y herido de los quicios, hondos

zaguanes que se van a verdes patios

donde el agua elevada me recuerda,

dulce y desesperada, mi deseo...



Busco y busco llamarme

¿con qué nueva palabra, de qué modo?

¿No hay soplo, no hay aliento,

respiración capaz de poner alas

a esa desconocida voz que me denomine?



Desalentado, busco y busco un signo,

un algo o alguien que me sustituya

que sea como yo y en la memoria

fresca de todo aquello, susceptible

de tenue cuna y cálido susurro,

perdure con el mismo

temblor, el mismo hálito

que tuve la primera

mañana en que al nacer, la luz me dijo:

—Vuela. Tú eres el aire.



Si el aire se dijera un día eso...







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