28 de junio de 2012

Conversando con Eduardo Embry

Poema sucio de comienzo al final.
Eduardo Embry

Para que nadie dijera a su mujer
“qué lindos ojos tiene mi hijita!
para que ni siquiera
ella misma pudiera mirase en el espejo,
vino aquel actor desgraciado y famoso
que ahora llega y pisa la alfombra roja,
viene y se acerca ante los fotógrafos
y le sacó los ojos,
pobre diablo,
y como la gente más se fijaba
en su rara belleza, de un tirón
aquel actor famoso que ahora
no me acuerdo de su nombre,
viene como un bruto
y le arranca de raíz un brazo;
como la multitud al verla decía:
“pobre cieguita, le falta un brazo”,
para que no pudiera mover
su cuerpo de porcelana china,
vino el mismo actor que te digo
y le cortó una pierna,
y como la gente más la miraba y decía:
“ aún así, ciega, sin mano y sin pie,
Esa mujer es muy hermosa ”
nadie se cansaba de admirar su belleza,
y para que nunca más
nadie la mirara, ese actor
que ahora pisa la alfombra roja de mi cabeza,
con gestos groseros que sólo se hacen
con el sexo en las mano,
tomó la muñeca toda desguañangada,
y le arrancó la cabeza.


Padre e Hijo
Gonzalo Villar


Dicen que lo mismo hizo Jehová con su único hijo.
Lo entregó a un mundo sin pasta de dientes ni cine.
Lo obligó a huír hacia Fayum.
Lo mezcló con Juanes y Pedros.
Lo hizo médico sin título.
Lo colgó de un madero.
Sacrificado como un cordero
al que no se le quiebran los huesos.

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