4 de octubre de 2025

Viña del Mar y sus puertas de luz

 

La línea férrea entre Valparaíso y Santiago gatilló dos ciudades concebidas desde razón y luz: Limache y Viña del Mar.

 

Nuestra ciudad fue pensada laica y tolerante, rodeada de parques, colmada de jardines e industrias, dignas casas de obreros y mansiones con escudos de riqueza.

 

La ciudad es entonces poema y en esa condición sagrada, constituye una puerta hacia la luz.

 

Hay puertas que respiran sobre puentes, rincones de Avenida Libertad, nuestra casa en Viana, aquellas pitagóricas plazas, el hogar-cárcel de  Teresa Willms, la desembocadura del estero, Caleta Abarca, Avenida Marina, la tumba del presidente, los palacios y la entrañable Pandia.

 

Usualmente se accede en los sueños, en trance o durante el ritual, pero a veces basta con mirar el crepúsculo, dejarse llevar por un perfume, integrarse al temporal, sentir el rubor de la primavera.

 

En la urbe, los ejes geográficos están marcados:

 

A la vía del norte la llamamos Libertad

Marga Marga trae aguas desde Oriente

En el sur, nuestra hermandad de colinas

En occidente: el valle del paraíso

y el amplio poder del Océano

 

Parece que en el cruce de los ejes se concentra la magia, se funden los siglos y la conciencia humana vuelve a ser la luz.

 

 

 

 

 

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