11 de octubre de 2013

Trabajo Interior




Ulises nunca regresó a Itaca.
El viaje fue largo y fructífero,
no exento de aventuras,
pródigo en peligros y experiencias.

Mas el regreso fue imposible.
Porque su amada Itaca era otra.
Su propio mar era otro.
Habían reñido los vientos.
Su esposa era sólo memoria.

El bosque era apenas  follaje.
Sus dioses olvidaron la ternura
y lo más grave,
porque Él,
Rey, Señor y Dueño,
ya no era Ulises,
había cegado a su Cíclope.

Este texto conversa con Kavafis en el siguiente fragmento de "Itaca"



No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.


La imagen de Ulises a punto de cegar a Polifemo, proviene de este sitio.

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