2 de marzo de 2010

héroes anónimos




El cabo Gómez dormitaba

cuando los saltos de su taza de café

y la caída de una carpeta

lo despertaron a la tragedia,

pronto se incorporó toda la guardia

y comenzó a cumplirse el plan.


Entre postes y paredes,

la camioneta verde y sus megáfonos

precedían a la muerte,

había que escapar con lo puesto,

rápido y con calma,

subir el cerro,

que ya viene el mar.


Gómez recogió a dos niños

que deambulaban a pie pelado,

la intensa luna amarilla

indicaba los senderos.


Jiménez y Urzúa,

prendieron sus linternas

y alejaron de su mente

la imagen de sus familias,

cientos de vecinos comenzarían a llegar

a la posta del alto,

desnudos, sangrantes, aplastados.

Martínez, el joven médico de turno,

respiró hondo y recordó a todos:

los que pueden esperar que esperen,

los que van a morir que lo hagan,

concentrarse en lo urgente y lo eficaz.


Todo el mundo a sus puestos,

la ola está a punto de llegar.




En la imagen, obra de Feininger.

2 comentarios:

Isabel Mª dijo...

Pone los pelos de punta este escrito Gonzalo.

Un beso

Isabel Barceló Chico dijo...

Maravillosamente conmovedor. Cuánta precisión para una tragedia. Un abrazo muy fuerte.

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