5 de agosto de 2010

Probé del fruto buscado por Jesús





Hoy creció una higuera en mi jardín.

En sánscrito,

cada hoja tiene el nombre de una estrella,

Eva y Adán, dejaron su olor

de barro en el entorno,

los retos de Jesús tienen una placa de oro,

bajo ella, crecen flores de loto

donde aún se divisan

las manos y los ojos de Buda.



Las raíces como brazos de luz,

buscan agua más allá de este mundo

e intentan dos frutos por año,

dos grandes seres en Piscis,

dos en nuestro Orden de Acuario.


Una loba y dos gemelos

llegaron también a mi jardín,

anuncian la paz en las ciudades,

fronteras diluidas y ajenas,

futuro castigado por la vejez,

ancianos vencidos por la pobreza.


Anuncian también

el fin de los niños,

la huída de flores y libros,

la era del conocimiento,

la intuición

y la ignorancia.


Animado por tantas visiones,

recogí el taksh

y comí de aquel fruto buscado por Jesús,

su sabor era solar

como un buen vino blanco

y tenía secretos de amor

en buena esperanza.






La higuera, una de las primeras plantas cultivadas por el ser humano, ha sida premiada por los poetas, que la han llevado al paraíso bíblico, la han asociado a Buda a Rómulo y Remo y a Jesús.

Según los Evangelios, poco antes de atacar a los mercaderes del Templo, Jesús retó a una higuera por no dar frutos fuera de temporada y con su poder la secó. Algunos dicen que buscaba taksh, el brote primaveral de los higos palestinos, que también pueden ser consumidos.

1 comentario:

esteban lob dijo...

En una anterior morada, tuve una higuera...no tan bíblica, no tan poética.

Tampoco la echo de menos, porque atraía insectos en demasía.

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