
El invierno luce sus pantalones rojos
mientras la lluvia reza sobre los naranjos,
conversa con los techos de metal,
obedece a nubes y montañas.
Entones iré a la calle Independencia,
caminaré por el inmenso patio vacío,
aunque el agua rebote sobre el cemento
y los muros regresen de su olvido.
Veré a las palmeras en la Avenida Brasil,
ruidosas al jugar con los vientos,
quejándose por la falta de niños,
por la ciudad que muere y renace,
imitando su antigua alma,
su febril ajetreo junto al mar.
Se hace tarde,
almorzaré mirando el temporal,
mientras los cortejos marchan a los cementerios
y los oradores recuerdan a hombres ejemplares,
que existieron en otro Valparaíso,
cuando los colores eran más vivos
y los burros caminaban mojados
en mañanas de lluvia
habitadas por recuerdos
de otra antigua ciudad.
En la imagen, el patio del Colegio de calle Independencia, en los ojos de Loreto Oyarzún.