5 de enero de 2010

El Balcón de Manet





Era otra vida y estábamos en España.

Eduardo imaginaba conversaciones con Goya.

Quería visitar el mundo de las sombras

sin abandonar la mañana.

Gozar del sol andaluz

y registrar la pena de los castigos de infancia.



Las jóvenes damas miraban el desfile

en compañía de su padre.

Incluso el perro se había colado a la fiesta.

Pero Eduardo, el niño encerrado,

sólo miraba las espaldas de su familia

y pensaba en las figuras que nacen del sol.


Claro, pensaba en Febo

observando aquella escena.

Entonces, se puso en el lugar de Dios

y nos puso a todos allí.







En este ejercicio de escribir cada día un poema, esta mañana no he seguido un sueño, sino que he buscado inspiración en la reproducción de un cuadro patrimonio de la humanidad.

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